Sentado
en la barra, pidiendo una cerveza después de terminar de jugar con su equipo
Argentinos Junior, rodeado de señores que sólo juegan por diversión, jóvenes
que se creen los Neymar en versión mexicana y “cascareros” que aunque su panza
diga lo contrario, tienen una vida jugando. Cambió las canchas profesionales
por las de futbol uruguayo. Ya no hay más césped natural, el caucho y pasto
sintético son ahora los testigos de cómo Rogelio conduce el esférico hacia la
portería donde el “Tiros” nomás no ataja ninguna.
Rogelio López, mejor conocido como “El Pelé”,
sigue haciendo lo que más le apasiona, sólo que ahora compite contra la colonia
San Joaquín o la selección de la Deportiva de Torreón cobrando 200 pesos por
partido en un equipo amateur que no le da seguro social y mucho menos
vacaciones, tiene que conformarse con unas cervezas después de jugar. Aquel que
debutó en primera división como jugador santista el primero de Febrero del
2004, y que puede presumir el haberle anotado un gol a las Chivas cuando
Oswaldo Sánchez era aún su portero.
Con
sólo 432 minutos en primera división y diez partidos disputados, su carrera no
dio para más y tuvo que dejar el futbol profesional porque no le quedó de otra,
y hoy en día juega en equipos amateurs de futbol uruguayo, donde recibe
cantidades entre 200 y 300 partidos por juego.
Y
no sólo es este caso, sino de muchísimos jugadores que no lograron consolidarse
en primera división. Los datos son duros, pero el 30% de los jugadores que han
participado en el máximo circuito sólo vieron acción en diez partidos o menos
durante su corta carrera y después desaparecieron.
Es
algo triste pero real, que no sólo ocurre en nuestro país, es algo de todo el
mundo. El ser futbolista es una profesión con mucha demanda, que para poder
triunfar no sólo cuenta el talento, se necesitan aspectos como educación, apoyo
familiar, motivaciones, maduración, sacrificio y muchas de las veces una
ayudadita de alguien con contactos e influencias.

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